martes, 28 de mayo de 2013

LA PEQUEÑA SULTANA



Sabemos que la provincia de Córdoba rebosa de hermosos lugares y esta belleza culmina en su fastuosa capital.

Con esta entrada no desmerecemos a pueblos como: Cabra, Aguilar de la Frontera, Almodóvar, la amurallada Palma del Río, Lucena la judía, el nobiliario Priego, y muchos más rincones que cautivan nuestros sentidos.La fama de todos ellos les precede, y no aportaríamos nada realzando las maravillas que nos ofrecen.

Por lo que dirigimos nuestra mirada y nuestra B de Bonito a una pequeña localidad cordobesa con magnas y desproporcionadas edificaciones.Edificios que nos hablan de su gran esplendor e importancia en siglos pasados: Santaella.









Santaella recibe al visitante con agradables vistas a la campiña cordobesa, desde sus miradores, la ciudad nos ofrece la prosperidad de su verde huerta que la hizo merecer el nombre del "Granero del Califato".

Sus casas blancas se arremolinan junto a la antigua y señera catedral de la Asunción, cuyas enormes proporciones revelan su importancia histórica. Mientras que, los restos de una pequeña mezquita gritan bajo sus cimientos su pasado árabe soterrado y acallado.Se trata de la hermana pequeña de la espléndida mezquita de Córdoba, que quedó sepultada por el gigante cristiano.

Los romanos ya ejercían su dominio en el imperio asentados en este nido de águila, que no pasó desapercibido para los sucesivos pobladores que ininterrumpidamente han ido dando vida a este bello municipio.



Aunque fueron los árabes quienes le dieron la fisonomía que hoy conocemos.Calles laberínticas que concluyen de forma ilógica y trazado urbanístico desconcertante.El imponente castillo, vigía y centinela de la campiña cordobesa, protegía la medina de los ataques cristianos y subraya  el carácter defensivo de la villa y estratégico de la ciudadela.

Los fértiles terrenos se reparten a los guerreros  que destacan en la lucha contra los musulmanes,una vez conseguida su expulsión.Este es el inicio de la Santaella señorial, de los bellos palacios y del célebre Marquesado de Santaella.


Con los grandes terratenientes, comienza el descontento social y las crisis que se agudizan con temporadas de epidemias y malas cosechas.La época del bandolerismo y el pícaro que burla la ley llega a su máximo esplendor y desde el balcón de Santaella podemos asomarnos a épicos combates entre bandoleros y migueletes, cuyos cascos aún parecer resonar en la inmensidad de la vega.

Una importante plaza en el pasado cuyo esplendor ha sido borrado de la memoria de los hombres, pero al que   su iglesia con cuerpo de catedral y su altanero castillo se aferran con melancolía.









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